Crónica de un peculiar debate sobre el “guaranismo”, o de cómo una civilización originaria como la guaraní supo
vivir en armonía con la naturaleza y el paisaje. Al revés de lo que hizo históricamente Buenos Aires con su río.
Por Ariel Hendler para ArquiNoticias
Una gran carpa geodésica sobre el puente que comunica a la Fadu/UBA con la Reserva Ecológica Costanera
Norte, diseñada por el colectivo Off The Record, The Inflatable Team y Contact_to, se destaca Iluminada en la noche, Es el lugar justo donde Ciudad Universitaria se
asoma a un esbozo de paisaje ribereño. Adentro de la carpa (bautizada
B.O.M.B.A.), un público compuesto mayoritariamente por arquitectos sub-40, todos sentados en el suelo. Un micrófono, imágenes proyectadas sobre la lona
traslúcida y nada más: es el dispositivo elegido para reflexionar en forma
colectiva sobre la relación que la ciudad de Buenos Aires establece con su río
–y con el agua en general-, a partir de un significante disparador de sentidos:
“guaranismo”.
Buenos Aires en 1559.
“En realidad, ‘guaranismo’ es un término a
construir, no es todavía algo construido”, explica Adrián Russo, socio del
estudio Monoblock. Anuncia que la reflexión que (nos) convoca a todos los
presentes en esta suerte de campamento cultural, casi a orillas del Río de la
Plata, consiste en pensar a una cultura como la guaraní, a la que define “muy
ligada a la naturaleza”. Explica que los guaraníes no dejaron demasiados rastros
materiales de su existencia “por ser nómades y por su gran respeto por el lugar
que habitaban”; es decir, el opuesto absoluto de quienes los desplazaron a
partir de la conquista española, en sucesivas guerras y matanzas.
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Alexis Schachter, también de Monoblock, plantea que la “atracción por la geometría de la ciudad europea impuesta al territorio nos llevó inevitablemente al fracaso”. Un fracaso del que augura que no hay forma de salvarse, “porque la geometría colisiona con la complejidad del territorio”. Entonces, a este cronista lo asalta la duda de si la oposición entre “territorio” y “geometría” debe limitarse a la imposición de la matriz urbana europeos a estas playas o si debería abarcar, más en general, el par de opuestos “Naturaleza/Cultura” o “Naturaleza/Civilización”. Pero el término “guaranismo” brinda la respuesta adecuada: una civilización y una cultura que eligieron no colisionar con su territorio, ni destrozarlo.
Puerto de Buenos Aires en 1865
Ignacio Fleurquin, del Estudio Bulla, asegura
que gran parte de los problemas de la Buenos Aires actual provienen de esta
inadecuación esencial entre el fluir de la vida y los esquematismos que tienden
a asfixiarla (versión libre de sus palabras, perdidas para el grabador). Cuenta
que, desde el primer momento, “los bajos de la ciudad están habitados por la
marginalidad, y el río es utilizado como un basural, convertido en zona
degradada”. Y remata: “El río pasó a ser un canal”. Hasta se permite elogiar a Sarmiento,
quien, “más allá de las críticas que se le puedan hacer, había pensado a la
isla Martín García como capital del país, porque era consciente de “la importancia
de controlar el flujo del agua, la navegación y el comercio que había hecho
progresar a los guaraníes y los pueblos
originarios”. Se puede mencionar también su
fanatismo por el Delta del Paraná mucho antes de que existieran los clubes de remo.
Puerto de Buenos Aires, Estación Central y Aduana Taylor (1887)
Luciano Intile, de IR
Arquitectura, mientras proyecta sobre la pared de la carpa enseña un mapa de
Buenos Aires, con su “grilla multiplicada cada vez más sobre el territorio sin
considerar la naturaleza circundante”. Para esa época, explica, la ciudad se erige
como un hito importante dentro de una constelación de intercambio comercial, comunicados
entre sí por infraestructuras inglesas, como el trazado ferroviario. “La costa pasa
a funcionar exclusivamente como puerto, sin dar cuenta de los flujos fluviales:
una lógica genética de la organización del territorio que nos acompaña hasta
hoy”, concluye. Cabe agregar que para esa época lo poco que quedaba de la civilización
guaraní tenía sus horas contadas.
A la hora de abrir el micrófono a los asistentes, este cronista comentó la existencia de otra operación que se registra históricamente en el borde entre la ciudad y el río: el avance de la tierra sobre el agua; el corrimiento del borde urbano hacia el Río de la Plata; el crecimiento constante de la ciudad hacia el Este. Un proceso lento pero constante del que dan cuenta hitos turísticos como la reserva ecológica en la Costanera Sur o el Museo del Bicentenario en la ex Aduana Taylor. ¿Llegaremos algún día hasta la Banda Oriental del Río de la Plata a este ritmo? Por lo pronto, en la carpa se cierra la lista de oradores y comienza la música de Pacho y los Limones y AATT, con luces a cargo de Fluixlian.
Lo cierto es que la reflexión recién empezó: esta historia continuará…
Ubicación:
Street View
Entrevista
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