jueves, 29 de diciembre de 2016

Faros urbanos en Ulan Bator




Faros urbanos en Ulan Bator

Dos torres en la capital de Mongolia, una de viviendas y otra de oficinas, proyectadas por estudios argentinos.
Por Ariel Hendler para ArquiNoticias

Los estudios porteños Del Puerto-Sardin y Grinberg-Konterlinik accedieron a proyectar dos torres en Ulan Bator, capital de Mongolia, para un desarrollador local que los seleccionó a través de un concurso privado por antecedentes. En pleno Asia Central, ambos estudios están a punto de culminar una de ellas: la Torre Blanca, residencial,






y tienen aún en obra la Torre Negra, destinada a oficinas y a una sede bancaria. Ambas están ubicadas en los alrededores de la plaza Gengis Kahn, pleno centro de la ciudad.




















Según señalan los proyectistas, en Ulan Bator la cuadricula urbana es ortogonal y todos los edificios, sin excepción, son volúmenes exentos, con un porcentaje creciente de prismas vidriados impersonales y, sobre todo, sin ningún tipo de espacios intermedios que generen alguna situación de intercambio en el nivel de las aceras. 
En ese contexto, ambos estudios propusieron dos edificios consistentes en masas murarias potentes pero agujereadas por grandes cajas acristaladas que se desprenden en voladizo y “rompen el corsé” del prisma a modo jardines de invierno -hacia adentro- y de faros urbanos -hacia afuera-, otorgando a ambas torres su carácter particular. “Son más domésticas en el edificio residencial y monumentales en las oficinas”, aclaran. Pero agregan que, si bien las dos torres son diferentes, la suma de ambas conformará “un conjunto coherente con identidad propia y reconocible”. 

En el caso de la Torre Blanca, que está a punto de inaugurarse, el volumen fue intervenido con estas cajas acristaladas o invernaderos tanto en las plantas públicas como en el remate del edificio. Así, los prismas transparentes contienen el hall de entrada en doble altura, las oficinas del primer piso y, en el remate del edificio, alojan la sala de estar y el espacio del spa de un penthouse. 



Más allá de estas grandes piezas acristaladas, la masa construida de este edificio está horadada por múltiples ventanas de distintos tamaños y formas, distribuidas con un criterio lúdico y casi aleatorio. Sus marcos de color, resueltos con paneles de composite, contrastan con la piel neutra de la fachada ventilada. Al nivel de la calle, se propone una planta baja abierta a modo de pequeña plaza pública con una escalinata. 


En la planta baja, un café sobre el frente y un restaurante hacia el extremo posterior de la planta vinculan al edificio con el espacio público.















La segunda torre, la Negra, destinada a oficinas, y que todavía se encuentra en su primera etapa de obra, propone a su vez una planta baja con jardines públicos abiertos a las calles. 


En este caso, el volumen contará con grandes cajas acristaladas emergiendo en todos los niveles como voladizos inclinados, y funcionarán como “fuelles” amortiguadores del frío en invierno y espacios ventilados en verano.

 “En una región donde no existen jardines ni parques, donde los espacios públicos carecen de vegetación, se proponen jardines como mochilas”, explican los arquitectos. 
Un frío estepario

Pero un grave problema –señalan los proyectistas- radicaba en que estos dos faros urbanos están localizados en el clima hostil de la estepa, donde las bajas temperaturas alcanzan a -45º C en invierno. Para resolverlo, bucearon en las tradiciones locales y se encontraron con las “yurtas” (en lengua local) o “gers” (latinización), viviendas que hasta hoy todavía utilizan las numerosas tribus nómades mongolas, incluso en las afueras de la capital. Se trata de tiendas de gran tamaño y huella circular provistas de numerosas capas de protección contra el frio: capas sucesivas de lana que se agregan o se quitan según la estación del año, hasta llegar al esqueleto de madera desnudo en el verano. 
Para remedar esta solución con medios actuales, testearon el uso de muros anchos de ladrillo de tierra cocida, un material típico de la zona, pero los desalentó el carácter sísmico del territorio. Optaron entonces por un revestimiento DB 30 compuesto por una trama vertical de perfiles de aluminio color blanco (provistos por una marca líder del rubro), de color blanco en la primera torre y negro en la segunda, combinados con un alma de 30 centìmetros de aislación térmica. A su vez, los invernaderos vidriados tienen doble piel de vidrio: una exterior con triple vidriado hermético que deja pasar el calor y otra interior también acristalada que lo conserva. 
De esta forma, según concluyen, “se recupera la cualidad aislante ‘pasiva’ de las yurtas, que mantienen una temperatura cálida en su interior con gran economía de recursos y sin necesidad de recurrir a soluciones de alta tecnología”. En definitiva, se trata de exportar el talento argentino.

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